Conectando personas en zonas rurales
Cases de Munt.
Hace unos 10 años comenzamos con los primeros despliegues de fibra en zonas rurales pagados por los propios vecinos.
La historia que ahora os cuento ilustra cómo la conectividad influye en la vida de las personas y lo que supone para ellas, aunque ni nos lo podamos imaginar de antemano.
Uno de esos primeros despliegues pasaba por una masía aislada en Osona (Cataluña) donde vivían un par de abuelos que nunca habían venido a las reuniones, pero aún así, fuimos a verles por cortesía ya que el despliegue sería inminente. Contentos y hospitalarios, como siempre con las visitas, hasta se disculparon por no haber asistido a las reuniones.
Dijeron que no entendían nada de eso, que a su edad tampoco les interesaba “ir a ninguno de los cursillos que había por ahí para aprender informática». Le habían pedido a su hija, que es maestra y vivía en la ciudad, representarles pero ella no tenía tiempo. Por lo que estaban agradecidos que les hubiéramos ido a avisar, porqué querían conectarse por dos razones que me sorprendieron:
- La primera era porque al ser una iniciativa que se pagaba entre todos los vecinos, ellos no querían dejar de participar en una decisión colectiva
- La segunda razón era porque querían pasar más tiempo con sus nietos, pues a pesar de haberles puesto una televisión en color, ni así les conseguían retener durante los fines de semana cuando les visitaban. A las 6 de la tarde ya estaban ansiosos por volver a sus casa y conectarse al «feisbuc» (me dijo literalmente, probablemente sin entender muy bien qué era eso del «feisbuc»).
Por suerte, les conectamos
Al año volví a pasar interesándome por la experiencia. El señor me recibió contentísimo y emocionado, y me lo argumentó muy contundentemente:
- Sus nietos iban más, incluso entre semana, y a todas horas, con el pretexto que tenían que subir deberes o lo que fuera. Decían que internet les iba muchísimo más rápido que en su casa (entonces en las ciudades sólo había ADSL, y la conexión con fibra era de giga simétrico).
- Me enseñó una tablet que le regalaron y me contó que con eso ya no tenía que ir todas las mañanas a por el periódico, porque ahí dentro (de la tablet) ¡tenía todos los periódicos! Sin darse casi cuenta y sin hacer cursillos se hizo usuario de internet.
- Y por último me contó algo que yo tampoco esperaba, pues a menudo recibía visitas que le preguntaban qué tal lo de la fibra (los despliegues seguían y la gente apenas sabía qué era eso). Él, encantado, les contaba sus maravillas mientras les atendía. Al estar jubilado para él fue muy buen estímulo recibir visitas y tener vida social, gracias a la fibra.
Y años después llegó la pandemia COVID19…
Cuando ya ha sido posible, después de esta crisis sanitaria, les hemos visitado, atendido y pedirles permiso para publicar la historia. Después de tantos días confinados y con el distanciamiento social…. se notaba la ilusión de reencontrarse con conocidos. El confinamiento en zonas rurales bien conectadas se ha llevado muy bien, pero a la que hay oportunidad para charlar después de dos meses aislados se aprovecha… “¡es que a los mayores no nos dejaban ni ir al comprar el pan!” me cuentan, resignados. Por suerte, siguen gozando de buena salud en su masía, disfrutando de un tranquilo entorno rural.
Al preguntar si podríamos contar su historia, la respuesta fu inmediata: ¡Claro! Hay que conectar a todo el mundo, ¡estén donde estén y tengan la edad que tengan!
Arreglaron la casa para que hubiera una segunda vivienda para la hija (la maestra), y ya con la conexión funcionando, se mudaron permanentemente allí hace unos años. De nuevo todas las generaciones viviendo juntas en la masía. El mejor sitio y el mejor modo de pasar el confinamiento (estando conectados, claro).
Dolors, la maestra, me explicaba lo fundamental que ha sido tener buena conexión a Internet, con videoconferencias continuamente (jitsis, zooms, hangouts)… “¡Y lo que aún queda por venir!” exclamó, preocupada por cómo va a desarrollarse el próximo curso académico y consciente de que aunque que acabe el confinamiento, consciente que la conectividad va a jugar un papel importante en el futuro. Lo mismo para la siguiente generación, ahora ya en edad universitaria.
Después de ésta y otras experiencias, en mi opinión, aunque nuestros mayores no conozcan muy bien lo que es Internet, es necesario conectarlos pues, entre otras cosas y aunque no lo pidan, les va a servir para entretenerse, para ver la tele o leer el periódico y para mejorar su vida social. ¡Incluso ayuda a reagrupar familias! También facilitará atenderles cuando sea necesario sin tener que, en muchos casos, llevarlos a residencias.
La conclusión es que estar conectados es fundamental para facilitar que las personas puedan estar donde quieren vivir, en sus casas, acompañados por sus seres queridos y pudiendo desarrollarse humanamente y profesionalmente. El abuelo Joan de les Cases de Munt, sin saber del todo de que se trataba, lo intuyó y lo consiguió desde su Masía ubicada en una zona rural. ¿Qué hubiera pasado si no se hubieran conectado? Desde luego la situación no sería la misma.